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El Crédito Emocional (Desde La Platea)

Magnífica crítica Desde La Platea

Jordi Galcerán es un autor interesante, un tanto irregular en sus textos, algo lógico teniendo en cuenta lo prolífico que es, pero que habitualmente no defrauda. Siempre que he visto algún texto suyo, con excepción de Fuga salgo satisfecho, uno siempre tiene la sensación de haber disfrutado de una comedia ingeniosa, de humor inteligente y con cierto mensaje, mas o menos leve pero que habitualmente no se trata de humor sin mas pretensiones que entretener, también siempre nos hace pensar un poquito, el caso mas claro es Burundanga , estupendo texto que de forma muy sana se ríe de cosas que habitualmente no tienen ninguna gracia, y que como ejercicio de madurez democrática funciona a la perfección. Siempre que estrena algún texto intento verlo, ya que encuentro a Galcerán un autor con gran proyección y que además sabe dar al público lo que exactamente quiere. Este Crédito casi se me escapa, ya que la oferta en Madrid estos días está siendo tan extensa que no es posible ver todo, pero antes de que se fueran de gira decidí que había que disfrutarlo, entre otras cosas, porque se trata de uno de les exitazos de la temporada, y si se quiere estar puesto en esto del mundillo teatral había que verla. Acudimos al Maravillas, con buena y entendida compañía algo que siempre resulta muy estimulante, ya que escuchar otras opiniones, siempre enriquece y aporta visiones distintas de las que uno tiene, seis ojos ven mas que cuatro, y cuando esos seis ojos son de diferentes tipo de espectador, la cosa resulta la mar de enriquecedora. Dispuesto a reírme y sorprenderme el domingo nos dispusimos a ver El Crédito. El resultado fue muy gratificante y cumplió con lo esperado.

La obra es una filigrana, que requiere de dos actores de peso para llevarla a buen fin, un juguete cómico de altura en lo literario, intelegentísimo en su desarrollo, y que juega con el espectador como quiere. Una premisa bastante surrealista o poco creible (que no contaré para no destripar la función) hace que en la primera escena ya estemos dentro de la trama. La historia es simple, un señor un tanto peculiar (Merlo) va a pedir un crédito a un banco, el director de la sucursal (Hipólito) se lo niega y Antonio, que es como se llama el personaje de Luis Merlo, dice que va a tomar medidas, esta premisa aparentemente tan sencilla nos da una lúcida visión de la verdadera naturaleza del ser humano, de lo que realmente importa en la vida, y que hay muchos tipos de créditos, incluso emocionales, y que cuando pedimos uno de estos últimos el grado de desesperación puede ser mayor, que cuando pedimos uno bancario. La obra funciona muy bien, los personajes sobre todo el de Hipólito están desarrollados de una forma asombrosa, y el texto consigue que nos identifiquemos en algún momento con los dos personajes. La gran baza de la función, es el continuo conflicto entre estos dos personajes, sin conflicto no hay teatro, primera lección básica de interpretación, y en esta función hay mucho conflicto, lo que sin duda ayuda a las interpretaciones, tan estupendamente perfiladas como luego contaré. La obra se mueve entre la comedia de sonrisa y la de carcajada pura y dura, aunque el trasfondo sea amargo y muy real. Que nadie espere reivindicaciones contra los bancos ¿o si? je je je, hay varias lecturas, pero no es una obra política, es una obra profundamente humanista, en algunos momentos parece que estamos siendo testigos de una terapia psicológica, es decir, busca la esencia del ser o alma humana. Ver reflejadas nuestras bondades y miserias resulta gracioso, mucho mas cuando la contundencia del texto acentúa la parte cómica del carácter humano.

La función solo tiene dos personajes, muy diferentes, pero apoyados el uno en el otro, por una lado Carlos Hipólito que crea un director de banco muy gris, de ordenada vida, con todo hecho y que nada ni nadie puede derrumbar los cimientos de aquello que sensatamente ha conseguido a base de su trabajo, y Antonio, creado por Luis Merlo, de carácter totalmente opuesto, de desordenada vida, desastrada forma de vestir, que está pasando por grandes apuros económicos y con una visión del mundo mucho mas poética o idealista que su antagonista. Son los dos payasos el listo y el tonto, que se complementan a la perfección y que en algunos momentos intercambian roles, ya que el listo no lo es tanto ni el tonto tampoco. Merlo crea un personaje delicioso, de una ingenuidad muy divertida, que cae simpático hasta cuando saca las uñas. Merlo es un actor que tiene un registro muy definido y que el aprovecha al máximo en este papel que le va como anillo al dedo, habla como suele ser habitual en el, de forma muy atropellada, algo que le va muy bien a este personaje, cuya pedantería choca con su aparente pobreza de espíritu. Merlo equilibra muy bien los diferentes momentos de su rol, sabe cuando tiene que escuchar y cuando se tiene que lucir, dando momentos de gran comicidad. Actoralmente su personaje es menos interesante que el de Hipólito pero sin duda Merlo cumple muy bien, aportando solidez y profesionalidad a este peculiar señor, que parece conocerse el María Moliner de memoria, pero sin embargo transmite la sensación de no saber hacer la O con un canuto, estas extrañas contradicciones que tiene su personaje, y que no nos chirríen en lo mas mínimo sin duda son mérito absoluto de Luis Merlo.

Carlos Hipólito está fantástico, su personaje tiene un desarrollo interesantísimo a lo largo de la función, y el recorrido del mismo es una delicia para el espectador. Hipólito sabe muy bien lo que se hace y crea un señor que su aparentemente sólida y fácil vida, está forjada con pies de barro, cuando eso se derrumba la cosa cambia muy mucho, y aparece su verdadera personalidad. Esto está muy conseguido por parte de este estupendo actor, que es capaz de transmitirnos todo lo que está pasando por su cabeza sin el mas mínimo problema. Hipólito crea un trabajo muy interiorizado en contraste con el trabajo un poco mas exterior de Merlo, cosa comprensible ya que las psicologías de estos dos personajes son totalmente opuestas. Carlos Hipólito da momentos absolutamente mayúsculos, dos en particular, un soberbio monólogo que suelta con gran sentido de la teatralidad, y una estupenda escena al teléfono con su mujer, por cierto, un inciso un tanto frívolo.... que bien llora Hipólito, no lo encuentro requisito indispensable para una buena interpretación, pero es que ya le he visto llorar unas cuantas veces sobre las tablas, y siempre me conmueve. Volviendo a lo que me ocupa, la interpretación de este director de banco, sin nombre, es brillante, sólida, honesta y muy de verdad. Resulta muy placentero cuando uno ve que un actor conoce tan bien su oficio, su papel y la naturaleza del ser humano, requisito indiscutible para poder plasmarlo sobre las tablas. Hipólito me dejó pasmado, algo que no debería ocurrirme porque le he visto trabajar muchas veces, creo recordar, que la primera vez que lo vi, fue cuando se estrenó Arte en España, con Flotats y Jesús Castejón, como me dijo un amigo mío el otro día ya voy siendo mayor y llevo muchos años viendo teatro, ja, ja, ja.

Gerardo Vera dirige con puño de hierro a los actores y se nota, la función es como un goma elástica que se estira y se relaja a gusto del texto, eso Vera lo controla de maravilla, y convierte en un ring escénico el Teatro Maravillas, donde se baten Merlo e Hipólito. Sin duda una de las grandes bazas es el ritmo tan conseguido del espectáculo, labor indiscutible de Vera, cuando la comedia se acentúa el ritmo se vuelve vertiginoso, cuando baja un poquito el tono, el ritmo también baja, eso es una labor de dirección, y lo demás cuentos. Las directrices hacia los actores sobre la visión de los personajes están clarísimas algo que también ayuda a la composición de los actores.En funciones de este tipo, es donde la dirección actoral queda mas desnuda, así como las interpretaciones. Este espectáculo mal dirigido podría hacerse pesado, aquí ocurre exactamente lo contrario, uno quiere mas, y se le hace incluso un poquito corto. Lo considero un acierto, mejor salir con la miel en los labios, que no harto por la duración de lo que se está viendo.La producción en si, no tiene mucho, no lo necesita, ya que está apoyada en las dos estupendas interpretaciones que se suceden en escena, salvo unos muebles de oficina, y las sempiternas proyecciones, que en este caso no molestan, aunque sin son prescindibles, no hay nada mas, luces frías que vienen muy bien a la producción, y TEATRO así con mayúsculas, esa es la gran baza del espectáculo, no hace falta ningún despliegue de medios cuando hay talento, actores y público, lo único realmente necesario para que el teatro exista.

En resumen, una propuesta altamente recomendable, la obra dura muy poquito, una hora y veinte minutos aproximadamente, no necesita mas, es exactamente lo que se requiere para contar la historia. La solidez de su reparto, la excelencia de su texto y lo interesante de sus interpretaciones hacen absolutamente imprescindible este título para cualquier aficionado , es uno de los éxitos de la temporada, con muchísima justificación. Que este tipo de espectáculo tenga respuesta por parte del público da un hilo de esperanza en cuanto al criterio del respetable, y sus inquietudes. El Crédito es teatro del bueno, si queréis disfrutarlo ya sabéis.... les queda muy poquito así que ya os estáis apurando je, je, je.

Jonathan Fernandez

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