El director teatral más deseado, Miguel del Arco, monta ‘Deseo’
Miguel del Arco trabajaba como actor. En 2009 consigue montar “La función por hacer” y se baña en premios. En menos de cinco años dirige obras que son ya clásicos del teatro español como “Veraneantes” o “Juicio a una zorra” y se convierte en el director teatral más deseado. Todos los actores quieren trabajar con él. Y sin embargo todavía tiene la humildad de hablar conmigo de los entresijos de su último espectáculo. “Deseo” cuenta los anhelos de cuatro personajes en el fin de semana que cambiará sus vidas para siempre. Porque “a veces tu propio deseo puede destruirte”.
Nacho Medivas (11/02/2013)
¿Cómo nace “Deseo”?
“Deseo” nace como un ejercicio de estilo. Como era más difícil montar “La función por hacer” porque era más arriesgada, me propuse escribir una cosa que fuera más atractiva a ojos de los productores, que como no teníamos nombre ni siquiera nos recibían. Y me propuse hacer algo que tuviera mucha miga detrás, pero que la peripecia inicial fuera más leve. Eso fue en 2004, “Deseo” se quedó en un cajón porque al final montamos “La función por hacer”. Hubo un conato de levantarla, pero se atravesó en mi camino Nuria Espert y lo dejamos. Y ha sido Pedro Larrañaga el que finalmente se ha hecho posible. En aquella ocasión empezamos a hacer reparto y nos pusimos en contacto con algunos actores. La obra cayó en manos de Luis Merlo que fue el que habló a su hermano del texto y me pilló en el momento que podía.
¿Cómo es el proceso de escritura?
Nunca escribo de la misma manera. Depende de las historias que tenga entre manos. En esta ocasión tenían que ser pocos personajes, que hubiera una historia subterránea y hacer una función que hablara de pulsiones…, de deseos. En seguida aparecieron los arquetipos de estos personajes que pudieran cubrir esta parte casi social: matrimonio de larga duración, recién divorciado, mujer soltera sin compromiso…
Yo conozco muy bien a mis personajes antes de empezar, que luego van tomando decisiones a lo largo de la escritura. Me gusta que tengan vida propia. Les hago monólogos, les hago entrevistas… Luego estructuro la función e intento dejar que los diálogos sean los últimos. Hasta que no tengo amarrada la estructura no escribo los diálogos.
¿Había algún agujero negro del texto que te preocupara?
El texto dramático siempre es un pretexto. Tiene que crecer con los actores en escena. Necesito actores vivos que puedan aportar y tirar por otro camino. En las funciones es donde más he aprendido de dirección y escritura dramática. Mi forma de trabajar es: veo la función, tomo notas, al día siguiente lo hablo con los actores, “por qué funciona una cosa con el público un día sí, otro no”, o hay cosas que son constantes y entonces dices “aquí hay un acierto”. Todo eso está siempre en perpetuo movimiento.
¿Buscas un espectáculo vivo?
No tiene sentido un espectáculo muerto. A mí me gustan los actores disciplinados, que están siempre un paso por delante y además a la expectativa de que pasen cosas nuevas, cosas en las que no habíamos pensado. Lo que más me fascina de un espectáculo que yo he dirigido, es que me olvide de que yo lo he dirigido.
¿”Deseo” va de la primera vez que te rompen el corazón?
No, son personajes con una edad determinada, son gente que ya ha pasado los 40. A lo que se enfrentan los personajes de “Deseo” es algo a lo que se enfrenta un hombre a diario: es a la pulsión de los propios deseos. Estamos bombardeados por los deseos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos: el deseo de no levantarte, el deseo de quedarte en la cama, el deseo de no ir a trabajar, el deseo de una persona que se cruza en tu camino y te mira de una forma especial, el deseo de un jersey… y luego ya están los generales, los que mueven nuestra vida: el deseo de que tu carrera vaya bien, que tengas suerte en tu trabajo, de que te quieran, de que tus seres queridos no se mueran, de que alguno se muera, porque hay deseos terroríficos que aparecen en la cabeza y que los reconoces como que no forman parte de ti pero ahí están. Y eso era lo que me interesaba. Shakespeare dice que estamos hechos de la misma sustancia que los sueños. Al final el sueño es que lo que anhelas, el anhelo es un deseo. El deseo no siempre hay que reprimirlo. A veces que hay que dejarle volar. El hombre que desea es el hombre actúa y que avanza. Esto es lo que me interesaba contar con estos personajes. A veces tu propio deseo te lleva a destruirte.
¿Qué parte de ti tiene la obra? ¿Tienes más de Ana, la protagonista principal, que de los demás?
Yo creo que tengo un poco de todos. Yo soy monógamo. Llevo más de veinte años en pareja. Pero todas las pulsiones que tienen los personajes están en mí. ¿Tengo más de uno que de otro? No es una función autobiográfica. Siempre partes de tu experiencia y de tu oído para representar todos estos caracteres. No me he visto en situaciones parecidas ni muchísimo menos pero sí me he visto en situaciones en las que mi deseo se ha enajenado y tiendes a confundir el tocino con la velocidad. Creo que nos pasa a todos. Pienso en Manu, Teo, Ana y Paula y los pienso como seres que existen aparte de mí.
Me llama la atención el tratamiento del Vestuario. Los personajes visten con tonos apagados, pero a lo largo de la obra el rojo pasa de una chica a la otra. ¿Es un apunte desde el guión o nace en otra parte del proceso?
No desde el guión, pero sí desde la preparación de la función. He tenido un equipo asombroso de gente a mi alrededor con muchísimo talento. En este montaje me interesaba el uso del color. La coordinadora de Arte, Cristina Torrecilla, ha hecho desde la luz, al vestuario hasta la misma escenografía. Ha utilizado un verde, que era muy difícil de iluminar, el de las paredes se empasta con las camisas de algunos de ellos que parecen que están como más adecuados a su entorno. Y de repente aparece Paula con ese rojo, que es un color muy evidente. Se ha utilizado una gama de colores que al principio son más brillantes, más en consonancia con todo el espacio, y poco a poco se van oscureciendo hasta al final porque la función también se oscurece. Al principio son colores casi de vodevil y luego se van retorciendo.
“Deseo” se presenta como comedia, pero tiene drama, incluso tragedia…
Me gusta ese a ‘medio camino’. La risa abre el oído. Esto lo contó Moliere hace muchísimo tiempo: el espectador se quiere entretener, se relaja y es más capaz de escuchar lo que le quieras contar. Que la gente se ría hace que el público esté mucho más atento porque se quiere seguir riendo.
En los cambios de escena el decorado gira y se proyectan imágenes y sonidos que provocan inquietud. ¿Qué buscas con ese tratamiento en las transiciones?
Cuando empezamos a hablar con Eduardo Moreno acerca del escenario vimos que era una función complicada con cerca de 18 escenas con muchos espacios: el salón, el comedor, la cocina… Entonces cuando empezamos a darle vueltas yo le decía Edu que quería algo giratorio. Hay algo del circulo que se come a sí mismo que iba muy acorde con enajenación de los personajes. Entonces a partir de ahí tiramos de un escenario con el que hacer que la escenografía se enajene al mismo tiempo que los personajes, que nos permitiera hacer cambios muy rápidos y que al mismo tiempo provocara sensaciones. Las sensaciones vienen dadas también por la música. Sandra Vicente y Arnau Vilà compusieron un espacio sonoro que va de alguna manera como empujando. Hablamos de esta cosa del Barroco que parece que va a ver melodía pero nunca termina de explicar la melodía, siempre hay algo que empuja y parece que va a salir, pero al final no se produce. También está la utilización de las imágenes proyectadas. Yo no quería ser narrativo, para eso está el cine. Quería bombardear al personal con sensaciones.
Tú has sido actor. Ahora todos los actores quieren trabajar contigo. ¿Qué sientes al ser el director de teatro más deseado?
Me siento muy bien (risas). Eso significa que los trabajos han conectado. No se produce de una forma gratuita. Se produce porque tú has llegado de casa, te has sentado como espectador y has visto algo que te ha hecho vibrar. Y como profesional dices: “¡cómo me gustaría estar en una cosa como ésta!” Eso me pasa a mí, al de enfrente y a cualquiera como espectador. Es muy importante la formación de un elenco. Un elenco es un grupo de actores que están absolutamente conectados y enganchados a lo que tienen que contar. Y yo creo que soy bueno creando elencos porque las energías para mí son básicas. El actor se tiene que sentir a gusto para poder crear y representar a un personaje. A mí esta fama me beneficia en que los cuatro fieras que tengo en “Deseo” me vengan abiertos en canal desde el día 1, porque han visto trabajos míos. Ellos vienen muy preparados, pero yo luego tengo que demostrar que soy merecedor de esa confianza. Pero sí que facilita mucho que el actor no llegue diciendo: “a ver qué me va a contar éste”. Si no que venga con la predisposición de que este señor sé que hace buenos trabajos y yo quiero estar en ese carro. Esto es un paso adelante gigantesco.
¿Pero tiene algo de malo?
Yo tengo cierta tranquilidad por la familia que me rodea. “La función por hacer” la estrenamos en 2009 pero han pasado muy buenas cosas desde entonces. Fue justo con la puesta en marcha de “Veraneantes”, con el mismo elenco, cuando nos paramos a pensar. Porque en este país el segundo estreno es muy peligroso. Si el primero se celebra mucho en el segundo siempre están las hachas levantadas para ver si sonó la flauta o realmente hay talento. Las personas inteligentes de esta profesión saben que es un trabajo expuesto y que cada vez se parte desde cero. Yo ahora puedo elegir, cómo, dónde y con quién pero siempre pensando que empiezo desde cero, ¿qué necesita esta historia?, ¿qué vamos a hacer? Vamos a trabajar como si nos fuera la vida en ello. ¿Que dicen que soy el director de moda? Yo lo que quiero es trabajar bien, rodeado de gente con talento.
¿Cómo trabajas el personaje de Ana con Emma Suárez?
A Emma fue a la primera persona que llamé. De hecho, yo le di a elegir entre los dos personajes porque Emma podría haber hecho cualquiera de los dos. El personaje de Paula es un bombón pero está más cerca de cosas que ya ha hecho ella en su faceta de mujer voraz. Y el personaje de Ana es mucho más complicado, es el personaje que más progresa de la obra. Es el más subterráneo y al que más le cuesta expresarse. Un personaje que tiene más difícil la expresión siempre es mucho más complicado de hacer. Emma tiene una madurez profesional fabulosa, y sin decirle nada hizo lo que yo pensaba: eligió el de Ana. Hemos hecho una labor de introspección y como, poco a poco, Ana va imponiendo su personalidad.
¿Dónde estaba Paula en Belén López?
Paula es una mujer sexualmente muy activa y muy demostrativa. El reto era no hacer un putón verbenero y buscarle el lado herido de este personaje que a pesar de todo sufre por amor. Ella está enamorada de Manu y toma decisiones equivocadas. Al final la inteligencia que hace y decide tu vida es siempre la inteligencia emocional. Era bueno ahondar en su lado herido.
¿Cómo sacas a Manu de Gonzalo de Castro?
A Gonzalo ya le conocía porque ya había hecho con él “El Inspector”. Gonzalo es un actor excepcional. Tiene esa facultad de hacer creíble cualquier cosa que dice y tiene una vis cómica que no voy a venir yo a descubrir ahora. Pero tiene una cosa que sólo tienen los grandes actores y grandes cómicos: una parte dramática y oscura. Con Gonzalo el cometido era guiar esa parte compartida de marido perfecto y doble vida absolutamente perfecta para que fuera creíble. Escarbar en las más partes oscuras.
¿Qué te interesa de Luis Merlo para Teo?
De Luis me interesaba la energía. Luis es un actor con unas tablas brutales y con un talento fabuloso. Para él era importante representar este personaje, después de hacer del maricón de España muchísimas temporadas. Físicamente se ha puesto como una bestia. Luis es un actor obsesivo en el trabajo y con Luis la tarea era manejar su energía para ponerla al servicio de la Teo, que es una energía arrolladora. Él piensa poco, reflexiona poco. Sólo actúa.