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La risa en los tuétanos

Luis Merlo,Belén López,Emma Suárez y Gonzalo de Castro durante la representación de Deseo

Javier Vallejo.  Madrid.  EL PAÍS  (06/02/2013)

-‘Deseo’, una comedia con diálogos espléndidos y situaciones hilarantes.
- La obra de Miguel del Arco se puede ver de miércoles a domingo en el teatro Alcázar Cofidís


a comedia es el drama, visto con perspectiva. Enfocados frontalmente y de cerca, Ana, Paula, Manu y Teo podrían ser tataranietos de los protagonistas de alguna obra de Strindberg, pero con la prudente distancia que Miguel del Arco, su creador, nos los presenta, son parte del engranaje minucioso de una inteligente máquina de levantar carcajadas. En Deseo, Del Arco dibuja cuatro caracteres contrastados, a punto de colisionar: la mujer felizmente casada (Ana), su introvertido maridito (Manu), la juvenil trampa de feromonas (Paula) y Teo, el impulsivo irrefrenable, a quien su esposa acaba de poner de patitas en la calle después de encontrarle abriendo de par en par nuevas vías de comunicación con la chica rumana que les limpia la casa.

Deseo engatusa desde el principio, aunque en la primera escena sobran ese par de imágenes proyectadas para ilustrar el gimnasio en el que Paula y Ana han fraguado una amistad incipiente entre ejercicios y confidencias eróticas compartidas. A Ana le pone a cien su instructor. Paula, más práctica y asertiva, conoció a un hombre en el cuarto de baño de un bar y allí mismito coronó una faena que luego fueron repitiendo con éxito creciente: lástima que esté casado. Ana, que dice no necesitar aventuras semejantes, la invita a pasar un fin de semana en su casa de campo, para que envidie cuán dichosos son ella y su marido.

En asunto tan convencional, Del Arco va introduciendo un ruido de fondo inquietante y una sucesión de giros inesperados que llevan sin pausa el agua de la acción dramática al molino de una bien urdida intriga. Poco importa que alguno de tales giros resulte un pelín forzado (por ejemplo, la decisión de Teo de volver con su esposa), porque sus cuatro intérpretes hacen creíble incluso esa última y repentina transición trágica de estética hopperiana, único hito dudoso de una comedia en la que destacan los espléndidos diálogos, la hilarante virulencia de las situaciones, la tensa atmósfera que envuelve los acontecimientos y el tono alucinado de las transiciones, espléndidamente resueltas con un escenario giratorio.

Sorprende la decidida hechura violenta del Teo de Luis Merlo en esa primera escena, que esconde a un hombre con los pies de barro y la fe perdida. Exacto en su dilación y en su permanente disimulo, el Manu de Gonzalo de Castro, a quien no faltan buenas ocasiones de lucir su vis cómica. Rotunda, segurísima de su belleza letal y con cierto brillo diabólico, la Paula de Belén López, la revelación de la noche. Emma Suárez teje a ganchillo el personaje de Ana, epicentro de la catástrofe, y el trabajo de los cuatro queda perfectamente empastado por la dirección.

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