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Todos desean a Miguel del Arco

El director más en boga estrena su primera obra como dramaturgo, «Deseo», un juego sexual perverso con Gonzalo de Castro, Emma Suárez, Luis Merlo y Belén López

Luis Merlo,Belén López,Emma Suárez y Gonzalo de Castro durante la representación de Deseo

Miguel Ayanz.  Madrid. (18/01/2013)


Si puede hablarse de un director emergente en la escena española durante los últimos años, sin duda ése es Miguel del Arco. «La función por hacer», «Veraneantes», «Juicio a una zorra», «La violación de Lucrecia», «De ratones y hombres»... Todo lo que ha caído en las manos de este rey Midas de la escena ha acabado convertido en oro, al menos, en oro teatral. Del Arco, que también ha sido actor antes, se estrena esta semana oficialmente en una nueva faceta, la de dramaturgo, con «Deseo», un texto escrito y dirigido por él mismo y con un cuarteto actoral con gancho sobrado: Luis Merlo, Emma Suárez, Gonzalo de Castro y Belén López. Los dos primeros dan vida al matrimonio de Manu y Ana. Esta última ha conocido en un gimnasio a Paula, quien le narra historias de alto voltaje sexual. Y Ana, aburrida tras años de casamiento, las devora. Hasta el día en que deciden dar un paso más, probar un juego de fin de semana encerrados en una casa con Paula y otro amigo, Teo, un experimento «que produce una explosión en sus vidas», asegura De Castro.

«La función es inquieta e inquietante, porque toca muchos palos de la condición humana y a uno le entran los vértigos y las angustias como espectador. No es cómoda: es comprometida, valiente, y hay que estar muy atento a lo que se cuenta porque habla de algo que es común a los mortales: la conciencia de la muerte a través de su gran esclavo, que es el sexo», explica el intérprete, que matiza: «No hablo de la muerte física, sino emocional, de la pequeña muerte, no del orgasmo. Una persona puede estar sumida en la falta de ternura, de comunicación, de tacto: eso es morir cada día también. Vivir no solamente es respirar y meterte en la cama». Y añade Merlo: «Hablamos de cuatro esclavos de esa condición, lo que pasa es que la función sí tiene un humor muy inteligente, en el que los personajes, en vez de provocarlo, son víctimas de él». Casi, compara, como en «Hapiness», aquella película de Todd Solonz. «En los ensayos estábamos matados de la risa cuando, de repente, nos dábamos cuenta de la tristeza de la situación», asegura el actor.

Una doble vida

El texto plantea una serie de cuestiones sobre cómo nos relacionamos con la sexualidad, algo que explica Merlo: «Todos nos hemos visto en alguna situación sexual en la que hemos pensado: pero, por favor, ¿qué hago yo haciendo esto? Pero tu cuerpo sigue sin obedecer el mandato de la cabeza». Para Gonzalo de Castro, «el sexo es la columna vertebral, el hilo conductor eléctrico que cose toda la función, y se tributa toda la función al sexo». Su personaje, Manu, lleva una doble vida, un permanente engaño que lo tiene esclavizado «de cintura para abajo. El impulso sexual te puede poner de rodillas en la vida. Este señor vive así y no lo sabe». Son, resume, «cuatro personas perdidas, con ganas de que las amen, las besen, les digan a tiempo te quiero para que no se vayan... El público se va a sentir necesariamente identificado con esto aunque no quiera reconocerlo».

Es difícil que en la España de hoy una obra sobre sexo escandalice a nadie –por fortuna– y, al contrario que en el mundo anglosajón, donde un lío de faldas puede acabar con la carrera de un político, el español medio sonríe y hace la vista gorda, por más que pueda costarnos abordar en una conversación ciertos temas. «Con respecto a otros países, no hay tanto prejuicio en absoluto. Yo me he encontrado haciendo algunos personajes, en series de televisión, que han sido un éxito y jamás he sentido otra cosa que no fuera cariño. Personajes con los que, en países anglosajones, un actor ya no haría otra cosa», dice Merlo. Y compara el texto al emblemático «Las amistades peligrosas», de Pierre Choderlos de Laclos: «Esta función, como tantas otras cosas en la vida, nace de una apuesta entre dos mujeres que parece inocente, pero que desemboca en una tormenta».

Ya metidos en harina, ambos opinan sobre si creen en el sexo sin amor: «Sí, funciona», tiene claro De Castro. Y Merlo matiza: «Depende de los pactos que estés dispuesto a hacer y lo que te compense. Conozco a muy poca gente que tenga realmente equilibrado el nivel de amor, de deseo, de sexo...».

Al desnudo

La parte femenina de la función recibe también elogios de los dos actores. «Es fabuloso ver el esfuerzo que han hecho tanto Emma como Belén, porque son mujeres que se han desnudado y se han roto en el escenario». Desnudarse es algo que también le toca, física, aunque fugazmente, a Merlo, que recurre en broma a la famosa frase del destape, ya saben, «el guión lo exige». «La máxima de Miguel, que muchas veces se nos olvida, y por eso necesitamos un guía, que es el director, es: "No hagáis que hacéis. Haced". Si sigues ese consejo, la desnudez interior ya se ha producido y da muchísimo más pudor que la exterior, que en el fondo es una fachada».

Todo nació el pasado octubre, en una reunión con el productor Pedro Larrañaga, que tenía entre manos un texto escrito por Del Arco que dormía desde hacía tiempo en algún cajón. Gonzalo de Castro apenas tardó unas horas en subirse al carro. «Teníamos una serie de cosas en marcha, pero lo paramos todo y hablamos con Miguel: el sueño, cumplido para nosotros, era que él lo dirigiera. Él quiso hacerlo y ha sido un viaje increíble», cuenta Merlo. Y es que, recalca De Castro del director, «es como un meteorito, está en un momento brillante. Es la segunda vez que trabajo con él y no será la última, porque me aseguraré de que así sea».

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