Carlos Hipólito y Luis Merlo celebran el éxito y segundo aniversario de El Crédito
Aunque llevan “solo” 600 funciones parece que se conocen desde la escuela. Celebran la amistad y el buen humor, se pisan las frases, las completan y apostillan con una confianza asombrosa. Luis Merlo y Carlos Hipólito protagonizan desde 2013 uno de los éxitos arrolladores de la escena teatral española: El Crédito. Este 27 de septiembre de 2015 han celebrado dos años sobre las tablas del Teatro Maravillas. No han planeado nada para celebrarlo: “Igual deberíamos organizar algo, tenemos que pensar”, propone Carlos. “Somos muy de celebrar y luego yo no voy”, replica Luis. Se vuelven a tronchar de risa los dos juntos. La enésima vez en una hora. “Nos pasa mucho, digo: vamos a quedar, y luego yo nunca puedo ir”. Esta noche no pueden: tienen función. Una vez más con el patio de butacas lleno. El público se pondrá de pie y ellos se abrazarán para celebrarlo. ¿Cuál es el secreto de seguir llenando dos años después, siete funciones por semana con toda la oferta teatral que tenemos hoy en día? Luis Merlo: Es algo que todo lo que tiene de grande lo tiene de misterioso. Cuando se produce el fenómeno que creemos que se ha producido con esta función, el responsable es el boca a boca. Carlos Hipólito: Eso es lo que te llena un teatro. Nunca sabes cuál es la fórmula, nosotros hemos hecho cosas estupendas que no han funcionado. Unos nombres atractivos, un autor de prestigio, un director de prestigio, te llena el teatro o te vende entradas dos semanas, pero si el espectáculo no funciona, la sala se vacía con la misma velocidad que se ha llenado. Pero… ¿qué ha provocado ese boca a boca? CH: La obra tiene muchos ingredientes y niveles de lectura para gustar a públicos diferentes. No es una tesis profunda, sesuda, pero sí es inteligente. Provoca risas a través de un proceso intelectual por parte del espectador. La gente no la olvida al día siguiente y eso lo agradecen el doble. El Crédito te hace reflexionar y provoca debate posterior. Y la crítica, que os ha puesto por las nubes. CH: Sí. En El Crédito nos ha pasado algo que no es muy habitual: se han conjugado tres elementos a favor: el público, la crítica y los compañeros de oficio. Muchas veces, una función tiene buenas críticas pero el público no va, otras veces recibes malas críticas y el público va pero la gente de la profesión no. Aquí nosotros tenemos la alegría de que cada compañero que ha venido a verla, nos dice: qué envidia, yo quiero estar ahí. LM: De hecho, por esta función Carlos es Premio Valle-Inclán, que es uno de los premios más prestigiosos que hay en este país, y además uno de los pocos que están dotados económicamente, que es por lo único por lo que me molestó que se lo dieran a él… (se ríen a carcajada limpia) ¿Esperabais estar dos años seguidos en cartel? LM: Yo tengo una máxima -que no es mía, es de Barbra Streisand: siempre me pongo en lo peor y todo lo demás es una alegría. Hay tanta oferta de ocio a nuestra disposición, incluida la propia casa de cada uno, que elegir es muy difícil. Me parece un milagro todo el proceso que supone comprar una entrada hoy en día: desplazarte hasta el lugar de la obra, quedar con los amigos, ir a tomar algo, después comentar lo que han visto… planificar tiempo es un trastorno en los tiempos que vivimos. CH: ¡Me encanta que lo definas como un trastorno! LM: ¡Es que es un trastorno! CH: Claro, porque como en casa no se está en ninguna parte… LM: Por eso al espectador solo se le compensa si sale de la obra de manera diferente de cómo ha entrado. Y para eso, eran necesarios dos actores con una energía “de estreno”. La velocidad de vuestros diálogos es impresionante, parece que os estuvierais arrojando frases, y siempre la que viene es mejor que la anterior. ¿Siempre habéis llevado la misma velocidad o ha aparecido con el tiempo? CH: ¡Pues yo creo que nos hemos frenado, hemos reposado el texto! ¿Reposado? LM: Sí, sí. Es verdad. CH: El texto es exactamente igual hoy que cuando estrenamos en septiembre de 2013 pero ahora que los personajes se han ido asentando, hemos acelerado algunos momentos y hemos reposado otros, es algo que ha surgido de manera natural. El arranque es suave pero con el primer giro de guión… ¡menuda forma de ponerle las pilas al público! LM: Por la propuesta del propio autor, el arranque tiene que ser una especie de arrinconamiento al director del banco. Pero sin usar la lógica porque si te pones a buscarla, te puedes encontrar muy desnudo como actor. Si usáramos la razón nos preguntaríamos: ¿este señor por qué no llama a seguridad? Pero la función funciona cuando el director, el personaje de Carlos, empieza a jugar. CH: Tiene su dificultad el arranque, porque ese arrinconamiento al director del banco no puede ser agresivo, no puede utilizar la fuerza física porque no encajaría con las características del personaje de Luis: es una persona que quiere ser legal y decente en todo lo que hace. Ahí hay mucha intriga Luis, el público se pregunta si tu personaje es estratega o es que no tiene muchas luces… LM: Yo creo que los dos personajes tienen ambas cosas. El de Carlos tiene una capacidad obvia de poder y el mío, por otras razones, también la tiene. Pero al mismo tiempo son dos tontos y dos perdedores. Yo creo que, en el fondo, todos somos eso a ratos. CH: Pero es lo grande de estos personajes: logran empatía con el público porque no son el bueno y el malo, ni el listo ni el tonto. Los dos son listos, son tontos, buenos y malos, los dos son interesados, tienen estrategia, y absurdos por momentos. LM: Es una función llena de trampas lícitas e inteligentes, como debe ser la literatura. Contadnos algo que no hayáis contando en dos años… ¿guarda algún secreto la obra? LM: El secreto que guarda la obra, y esto es muy cursi, lo sé, pero lo voy a decir, es la relación que se ha generado entre Carlos, mi hermano Pedro (Pedro Larrañaga, productor de la obra) y yo. Los tres nos hemos metido en esta aventura teatral, hemos puesto nuestra ilusión y nuestro dinero en un espectáculo y creemos y queremos pensar que estamos generando aficionados al teatro. Os juro que esto es lo que más me emociona de El Crédito. CH: Nunca habíamos hecho una obra juntos y ahora parece que llevemos toda la vida. LM: Ha habido un viaje personal, algo muy mágico. Ha cambiado nuestras perspectivas de futuro y de trabajo. CH: Ha sembrado algo que para el futuro va a ser interesante porque vamos a seguir colaborando de una manera o de otra. Hemos tenido mucha suerte de encontrarnos en esto. Llama la atención el abrazo que os dais nada más terminar la obra, cuándo salís a saludar al público. CH: No nos lo marcó nadie, lo hacemos porque nos sale así. Igual es que pocos actores se quieren tanto como nosotros. LM: Se me ponen los pelos de punta. CH: No es pose. La gente pensará: ahora se mete cada uno en su camerino y no se hablan. Lo que el público no ve es que cuando salimos del escenario, nos damos otro abrazo detrás del escenario todos los días. LM: Y cuando terminamos la función y se hace el oscuro también nos hacemos un gesto lleno de energía que la gente no ve (agarrarse el uno al otro de las manos muy fuerte) que significa “hemos hecho esto juntos… y olé!”. ¿Os han venido a ver vuestros asesores bancarios? ¿Qué os han dicho? CH: Una directora de sucursal, que conozco y que ha venido a ver la obra, me dijo que ella tenía una foto de su familia encima de la mesa y ahora la ha guardado (se vuelven a reír). LM: Eso me parece lo más bonito. Porque verdaderamente se empeñen en lo que se empeñen estas gentes que nos lo han puesto tan difícil: el teatro y la cultura define a las personas y a un país. Viví la entrega de los Premios Tony en Nueva York y es impresionante el impacto que generan en turismo, en ingresos… es una maravilla ver ahora la Gran Vía de Madrid llena de obras de teatro y de musicales.